domingo, 22 de abril de 2018

Educación Artística: el problema de la luz


Recorrer el período medieval nos invita a preguntarnos ¿qué es la luz? Lejos de hallar una respuesta definida podemos, en principio, para adentrarnos en el problema que su tratamiento suscita, respondernos que es “ausencia de oscuridad”. Aparentemente inmaterial, ligada a lo divino durante mucho tiempo, ya desde el Antiguo Testamento, donde se le atribuía existencia propia, independientemente del ojo que la mirara, así como del cuerpo que la emitiera, la luz ha sido y continúa siendo una de las mayores preocupaciones de los artistas.
Fue su condición evanescente, su ser casi abstracto lo que fascinó desde siempre y despertó el fuerte deseo de encerrarla en un material o en una obra. El resultado de estos intentos corona en la concepción de una teología de la luz que atraviesa la arquitectura de la catedral gótica, edificio concebido como vehículo material capaz de favorecer el ascenso a lo divino. La luz visible que entra por los cristales-vitraux-se transforma entonces en reflejo, indicio y atracción de esa otra luz invisible. Se produce por lo tanto una transfiguración luminosa del edificio por la que se produce el ascenso del mundo material al inmaterial tal como ocurre en el alma del discípulo medieval.
Hegel, en su Estética, insistía en que la luz real acariciaba desde el exterior al edificio arquitectónico a diferencia de la luz pictórica, que sobre la superficie del cuadro jugaba “lo claro y lo oscuro, con todas sus gradaciones y transiciones…parte integrante de los materiales del arte en sí mismo”. 
La oposición entre lo real y lo aparente, entre lo material y lo inmaterial, entre lo que se presenta y lo que se representa sigue inquietándonos hoy, por lo que un recorrido por la arquitectura medieval nos abrirá ventanas vidriadas para teñir ideas de color y luz.

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